El pasado 19 de septiembre se registró un sismo de 7.7, algo casi increíble, pues es el tercer año en el que se registra un movimiento telúrico con una magnitud superior a 5 y que deja en shock a las personas de la capital mexicana, y de otras partes de la República.
El primer gran sismo registrado en esta fecha ocurrió en 1985, fue de 8.1, y fue uno de los más intensos de la historia moderna del país. Ese sismo provocó que la Ciudad de México sufriera grandes daños, pues muchos edificios se derrumbaron y muchas vidas se perdieron.
El siguiente gran sismo que ocurrió un 19 de septiembre, fue en el año 2017, con una intensidad de 7.7 y que también provocó la caída de edificios y pérdidas humanas. Este 2022 se registró el tercero en la misma fecha.
Los sismos son algo muy común en nuestro país, pues México está ubicado en el contexto de cinco placas tectónicas: Caribe, Pacífico, Norteamérica, Rivera y Cocos. Sin embargo, los sismos no son los únicos desastres naturales que ha sufrido nuestro país, pues además, se ha registrado un fenómeno natural que es consecuencia de los sismos: los tsunamis.
Aunque estos fenómenos no son tan recurrentes en México, se han registrado algunos que han sido devastadores.
La Marina registró dos alertas de tsunami en 2014 y 2017, pero ambas fueron canceladas, por lo que la última vez que hubo un fenómeno de esta naturaleza impactó costas mexicanas, fue el 18 de abril de 2014. En esa ocasión, el Servicio Sismológico Nacional reportó un sismo de magnitud 7.2 localizado a 40 kilómetros al sur de Petatlán, Guerrero.
Este tsunami fue pequeño, con variaciones que oscilaron alrededor de los 30 centímetros, tal y como fue registrado en los mareógrafos de Acapulco y Zihuatanejo y de algunos centímetros en Lázaro Cárdenas y Manzanillo.
Sin embargo, el tsunami más fuerte que se haya registrado en México, o al menos de que se tenga conocimiento, sucedió hace ya varios siglos.
Fue la mañana del 28 de marzo de 1787, en la planicie costera de Oaxaca, que se dio el fenómeno natural de este tipo más fuerte. Cerca de las 11 de la mañana de ese día, se sintió un fuerte temblor, que movió todo el sur de México. Cuando las oscilaciones de la tierra provocadas por este enorme temblor se tranquilizaron, los pobladores observaron un extraño fenómeno desconocido por ellos: un tsunami.
Al regresar, las olas embravecidas invadieron la planicie costera por casi siete kilómetros, dejando a muchas personas muertas a su paso, muchos de ellos, incrustados en las ramas de los árboles. Afortunadamente, la costa de Oaxaca y Chiapas estaba escasamente poblada, como lo está aún hoy en día, por lo que el número de víctimas fue relativamente bajo para un fenómeno de esa magnitud. Los efectos también se sintieron en Acapulco, donde el mar se agitó debido al tsunami, y provocó que la marea rebosara por casi 24 horas, invadiendo el muelle en repetidas ocasiones.
La ciudad de Oaxaca sufrió los mayores daños en su historia. Entre los más relevantes, el terremoto causó estragos en las casas reales, dañó las torres de la iglesia de San Francisco, provocó serias averías en cinco conventos de religiosas y arruinó la iglesia de San Sebastián y rompió los muros del templo de Santo Domingo.
Se estima que el temblor del 28 de marzo de 1787 alcanzó una magnitud de 8.6. Un sismo de esta magnitud y un tsunami como el de 1787 no han sido reportados en la historia escrita de nuestro país. Las descripciones del tsunami en las costas de México en el siglo XVIII evocan las dramáticas y desoladoras imágenes del tsunami de Japón, ocurrido el 11 de marzo de 2011.
Tsunami es una palabra japonesa que significa “ola de puerto”. Es una gran ola causada por movimientos en la capa exterior de la Tierra o corteza, la cual mueve el agua del océano. Por ejemplo, un terremoto o un volcán en el océano pueden causar un tsunami.